El viento conoce mi nombre
Un recorrido por la novela de Isabel Allende, contada a partir de dos fragmentos de esta. Un recorrido por la inocencia y por las penas. Y al final, como de costumbre, mis versos más sencillos.
Quiero presentarles un fragmento tomado de la novela de Isabel Allende “El viento conoce mi nombre”, donde Anita, una niña de 7 años, habla con su hermana Claudia acerca de una conversación telefónica que ha tenido recientemente con su abuela Edu.
La Tita Edu me pareció un poco rara cuando hablamos por teléfono, ¿qué creés vos, Claudia? Le ha dado por repetir eso de que aquí en el norte estoy mejor, que debo adaptarme y quedarme aquí, porque eso es lo que quería la mama, por eso vinimos. Dijo que cuando vaya a la escuela debo sacar buenas notas y aprender bien el inglés y hacer la primera comunión, pero no pienso hacerla sin ella y la mama. También dijo que siempre me va a llamar por teléfono y siempre me va a querer con toda su alma, pero que me olvide de ella porque los recuerdos hacen sufrir.
(…)
Le pregunté a Mister Bogart si cuando llegue la mama, ella también puede vivir aquí con nosotros. La mama puede ayudar a la tía Lety a limpiar, porque esta casa es muy grande, tiene cinco baños y no sé cuantas piezas. Me dijo que sí y me abrazó, pero le noté la voz un poco triste. Eso pasa con los viejitos, Claudia, se ponen tristes de repente y no se sabe por qué. Cuando venga la mama vamos a vivir todos juntos y ya nunca más nos vamos a separar.
Con este fragmento y la información que he dado se puede reconstruir buena parte de la novela. En un principio pensé dejar esta reconstrucción como tarea para cada quién, que se imaginasen ustedes de qué iba todo, y ya luego yo en la próxima entrega de la Newsletter les contaría la versión de Isabel Allende. Pero luego pensé que, como en la primaria, nadie haría la tarea. Así que aquí debajo dejo la reconstrucción de la novela a partir del anterior fragmento. Si quieres leer el libro entonces quizás debas saltarte la próxima sección —delimitada por líneas horizontales—.
La Tita Edu me pareció un poco rara cuando hablamos por teléfono, ¿qué creés vos, Claudia?
Anita habla con Claudia acerca de sus impresiones sobre una conversación reciente que ha tenido con su abuela Edu por teléfono. Claudia es su hermana pequeña, pero esta murió hacer algunos años en un accidente de tránsito, en el que Anita perdió la visión casi totalmente.
No es que junto con la visión haya perdido Anita también la razón y ahora hable con fantasmas, todo lo contrario, es que para no perderla ha tenido que apoyarse en lo poco que una vez tuvo en este mundo.
Le ha dado por repetir eso de que aquí en el norte estoy mejor, que debo adaptarme y quedarme aquí, porque eso es lo que quería la mama, por eso vinimos.
Marisol, la madre de Anita, tuvo que salir huyendo de El Salvador, pues su expareja la acosaba constantemente, la amenazaba con la niña, y ya la gota que colmó el vaso fue que la intentó matar con un tiro. Ya recuperada del tiro en el pecho, el que le pasó a pocos centímetros del corazón, emprende el viaje con Anita hacia la frontera de Estados Unidos.
Marisol había dicho en la entrevista en la frontera que venía huyendo de un hombre que intentaba matarla, y además tenía la esperanza de poder tratar la visión de su hija. Esto es entendido por el personal que la entrevistó como que ella sería una carga para el sistema sanitario estadounidense, y que su intención era abusar de este. Por tales motivos, luego de tantas penurias, los destinos de ambas son separados y a partir de aquí correrán con distinta suerte.
Marisol le promete a Anita, mientras se la arrancaban de los brazos, que muy pronto se verían. Pero la vida había planeado algo totalmente distinto. A Marisol deciden devolverla a México, mientras que Anita queda en el limbo legal de los niños abandonados (creo que «abandonado» sería de todo menos la palabra correcta aquí).
Dijo que cuando vaya a la escuela debo sacar buenas notas y aprender bien el inglés y hacer la primera comunión, pero no pienso hacerla sin ella y la mama.
Una trabajadora social y un abogado se encariñan con Anita, y harán en el resto de la novela todo lo posible por reunirla nuevamente con su madre. Lo primero fue lograr que no la deportasen, lo que no era nada fácil, pues había jueces preguntándole a niños de tres meses sus razones para haber entrado ilegalmente por la frontera.
Finalmente consiguen un estatus temporal para Anita en los Estados Unidos, hasta que encontrasen a su madre. Mientras ellos buscan a Marisol por doquier, incluido en El Salvador, Anita es recibida en adopción temporal por una tía que residía desde la infancia en EEUU, Leticia, y Mister Bogart, un señor mayor que había pasado por algo muy similar cuando niño a causa del Nazismo. Estos, finalmente, luego de tantos traumas para Anita, incluido un intento de violación, le brindan la estabilidad y el calor necesarios para reposar al fin.
También dijo que siempre me va a llamar por teléfono y siempre me va a querer con toda su alma, pero que me olvide de ella porque los recuerdos hacen sufrir.
Con el paso del tiempo crece cada vez más la posibilidad de que a Marisol, la madre de Anita, le haya sucedido algo grave, ya que no aparece por ninguna parte. Cada vez más convencidos de su destino fatal, ahora todos buscan ya no a Marisol, sino a una prueba de su muerte para poder abogar por una residencia más estable en los Estados Unidos para Anita.
Su abuela Edu no podría darle en El Salvador la atención que la niña necesita, y Leticia y Mister Bogart han hecho arreglos hasta para ayudarla a recuperar la visión con un trasplante de córnea.
«Los recuerdos hacen sufrir»
Le pregunté a Mister Bogart si cuando llegue la mama, ella también puede vivir aquí con nosotros. La mama puede ayudar a la tía Lety a limpiar, porque esta casa es muy grande, tiene cinco baños y no sé cuantas piezas.
Mientras continúa la búsqueda de Marisol, Anita la espera con impaciencia, con Claudia siempre a su lado. Su madre le había dicho que muy pronto se verían, que tenía que ser fuerte.
Este es uno de esos fragmentos que rompe el alma por el desborde de inocencia que contiene. Porque todos imaginamos de niños cómo arreglarle la vida a un adulto, cómo conseguirle un cobijo, cómo darle un ápice de comodidad, sin saber que el alma de “los grandes” va perdiendo con el tiempo la capacidad de regocijarse ayudando a otros.
Me dijo que sí y me abrazó, pero le noté la voz un poco triste. Eso pasa con los viejitos, Claudia, se ponen tristes de repente y no se sabe por qué.
Ante la no confirmada, pero evidente desaparición de Marisol, se hace cada vez más difícil tratar el tema con Anita. «(…) se ponen tristes de repente y no se sabe por qué».
Cuando venga la mama vamos a vivir todos juntos y ya nunca más nos vamos a separar.
Finalmente el cuerpo de Marisol es encontrado enterrado, junto con el de otras mujeres y niñas, más de veinte en total, en el patio de la casa de aquel hombre que la acosaba.
El último señalamiento del libro que he hecho es el siguiente. Este sí lo dejo de tarea. Gracias por leer.
(…) había perdido el tiempo y cuando se fuera de este mundo iba a dejar apenas una estela de polvo, que se esfumaría en la luz del primer amanecer. No había hecho nada por nadie.
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Ahí van los que ya llegaron de la mano de los que están, se han unido a su clan y olvidado de donde salieron. No se trata de leyes ni se trata de querellas, no se trata de reyes ni del gallo las espuelas, se trata de almas perdidas y de niños sin escuelas. Los que ahora conducidos por dinero en demasía, defienden lo que han adquirido atacando a los que en travesía, todo atrás dejaron buscando su misma suerte, “que se ganen la vida en otro lugar, esta es la ley del más fuerte”. Airosos van por las calles con el “Yo” siempre en la boca, que si fotos en Versailles, que si fotos con La Roca. Que si “yo” con trabajo y esfuerzo prosperé, que si “yo” he ido mi destino construyendo, que si “yo” muchos desafíos superé, que si de Dios tengo la bendición, que si la cerca que yo salté sí tenía justificación. Lucha lo tuyo allá adentro, y avísame cuando todo acabe, cuando la tierra estén repartiendo, cuando se parta la clave, cuando de los balcones salga Jazz en lugar de Reguetón, cuando el dinero allí ya esté creciendo, cuando el sol ya no irradie, pero que no le digan a nadie que yo también salí huyendo.